Al corriente: marzo 11, 2020
Joji Pantoja me recuerda cómo los inmigrantes difundieron el evangelio en la iglesia primitiva.
Al igual que Lidia en Hechos 16, Joji Pantoja es una empresaria internacional y presidenta de la Comisión de Paz del CMM. Nacida en Filipinas, se mudó a Canadá en 1986, y luego en 2006 regresó a su país de origen como misionera menonita.
Mientras estaba en Canadá, recibió la hospitalidad de una congregación menonita cuya membresía había disminuido tanto que estuvo a punto de cerrar. En cambio, la iglesia propició la posibilidad de que los inmigrantes chinos, filipinos e indios adoraran en sus propios idiomas.
Los hijos de dichos inmigrantes hablaban inglés, y algunos se unieron a la congregación de habla inglesa. La asistencia se multiplicó diez veces hasta que se constituyera un cuerpo juvenil y multicultural de doscientas personas.
“Dios desea que la iglesia sea como una finca diversificada”, afirma Joji Pantoja. “Tener un solo cultivo agota el suelo.”
Joji Pantoja sabe cultivar, conoce el cultivo del café. En Filipinas, fue la fundadora del galardonado “Café para la paz”. Con su empresa, agricultores e inversionistas filipinos cultivan y venden café, respetando tanto el suelo como a los trabajadores. Una cuarta parte de las ganancias se invierte en la promoción de la paz.
La migración, como la vivenció Joji Pantoja, desarraiga a las personas de la sociedad y de la familia, y entonces las comunidades cristianas se tornan atractivas. El apóstol Pablo, quien escribió en Romanos 16 desde Corintios, saluda a una larga lista de creyentes en Roma, cuyos nombres indican que eran inmigrantes que encontraron un hogar espiritual entre los cristianos en Italia.
Hoy en día, José Arrais de Portugal, líder de la iglesia de los Hermanos Menonitas, celebra los cambios que los inmigrantes africanos aportan a las congregaciones de Lisboa.
“Solíamos estar muy quietos”, comenta con una sonrisa. “Los inmigrantes africanos aportaron un culto animado, música enérgica, comida nueva, el sentirse familia... y además, una mayor tendencia a invitar a otros a la fe.”
En la Francia moderna, “las iglesias se han convertido en laboratorios de antirracismo”, expresa Neal Blough, misionero menonita, “tal y como cuando la iglesia primitiva era la única institución del Imperio romano en que todas las clases y razas se mezclaban”.
La iglesia actual debería considerar la venida de los recién llegados como una oportunidad para demostrar hospitalidad, confiando en que los inmigrantes brinden fortaleza espiritual y cultural a nuestras congregaciones.
— J. Nelson Kraybill, presidente del CMM (2015–2021), reside en Indiana, EE.UU.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2019.
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