Al corriente: mayo 19, 2016
“¡Soplan los vientos del anabautismo!” Estas entusiastas palabras de Felipe Elgueta, miembro de la Iglesia Menonita de Chile, es una acertada descripción de las iglesias menonitas emergentes en distintas regiones chilenas. Mientras que la mayoría de las iglesias menonitas en América Latina se originaron a partir de migraciones o misiones, las iglesias menonitas chilenas surgieron como resultado del ingenio de sus miembros, similar al de las iglesias pentecostales del siglo XX. Tal como concluyó Jaime Prieto en Misión y Migración (Colección de Historia Anabautista Mundial, América Latina, 2010), “Chile es ejemplo de un país donde las iniciativas anabautistas se desarrollaron internamente conforme los chilenos abrazaban la fe y práctica anabautistas”.
¿Cómo prendió el anabautismo en Chile? Algún mérito corresponde al chilenocanadiense Jorge Vallejos, fundador de iglesias y pastor, quien en la década de 1980 sugirió a sus amigos creyentes que adoptaran el nombre “menonita”. Desde un principio, Daniel Delgado, actual presidente de la Iglesia Evangélica Menonita de Chile (IEMCH), se conmovió al escuchar la historia de Dirk Willems, mártir anabautista holandés del siglo XVI.
También le impresionó el culto integral de los obreros del Comité Central Menonita en la vecina Bolivia, quienes no mostraban parcialidad alguna con respecto a religión, etnia, clase social o género. Carlos Gallardo y Mónica Parada, al aprender sobre la eclesiología anabautista en un curso sobre la Reforma Radical dictado por Titus Guenther, sintieron inmediatamente una afinidad entre su propia interpretación de la vida de la iglesia y la visión histórica de los anabautistas.
Las congregaciones chilenas, algunas con casi 25 años de existencia, surgieron en diferentes contextos, aunque mayormente de un trasfondo pentecostal. La Iglesia Menonita Puerta del Rebaño, surgió en el contexto de una comunidad universitaria en Concepción, desarrollando su identidad menonita a partir de la influencia de maestros visitantes menonitas, tales como Juan Driver, César Moya y Delbert Erb. Como se mencionó anteriormente, este grupo fue liderado por Carlos Gallardo y Mónica Parada, dos ex estudiantes del seminario. Es importante destacar que estas dos iglesias insertas en distintos contextos sociales, surgieron a cierta distancia una de la otra, diferencias que dificultaron la relación entre ellas. Sin embargo, los últimos acontecimientos –como la participación conjunta en los preparativos del Congreso del Cono Sur 2013, un encuentro de anabautistas de seis países latinoamericanos–, redujeron la “distancia” entre estos grupos.
Estas congregaciones tienen un ministerio para personas en situación de pobreza crónica. Sus iniciativas comunitarias se dirigen a la familia, mujeres y jóvenes. Las mujeres son mayormente responsables de estos ministerios. Según lo expresado por un líder, están a cargo del 70% del trabajo. Preparan alimentos, visitan a los enfermos, brindan apoyo a familias necesitadas y acompañan a personas con adicciones. Gladys Delgado (esposa de Daniel) nos presenta un vívido ejemplo de ello. Un día, un joven abandonado por sus padres alcohólicos, apareció en la iglesia de la familia Delgado. Gladys lo invitó a su hogar. Cuatro años después, aún vive con ellos y participa activamente en la vida y ministerio de la iglesia.
Estas iglesias menonitas también demostraron su preocupación por el sufrimiento causado por el terremoto en Chile, en 2010. A pesar de contar con recursos limitados, estos creyentes llenaron tres camionetas de provisiones y las repartieron entre los más afectados por este desastre natural, no sólo menonitas, sino también de otras iglesias evangélicas. Después del sismo, La Puerta inició tareas de socorro similares en las comunidades alrededor de Concepción.
La identidad de estos menonitas chilenos quedó plasmada en esta breve anécdota de Daniel Delgado. Cuando un oficial de policía le preguntó: “¿Y, al fin y al cabo, qué hace la Iglesia Menonita”?, Daniel respondió: “Hacemos el trabajo que Uds. deberían hacer, sólo que lo hacemos gratis”.
Además del servicio social, los menonitas de Chile tienen una conciencia cabal de la necesidad de compartir el evangelio con sus vecinos. Samuel Tripainao, pastor de la iglesia de Peñaflor y secretario de la IEMCH, expresa el sentimiento compartido por la mayoría de los menonitas de este país: “Cuando salimos a la calle, acompañamos nuestro testimonio con un sándwich y un café”. Su servicio no se limita solamente a las comunidades más cercanas. Cada tanto, los pastores viajan a lugares más distantes, incluyendo a la vecina Argentina, para fortalecer a congregaciones hermanas, confraternizar con ellas y colaborar en campañas de evangelización locales. Cuando Samuel se enteró del conflicto por la tenencia de tierras en la región donde viven muchos mapuches (pueblo originario), manifestó que, “éste sería un buen lugar para fundar una iglesia”, llevando paz y sanidad a esta comunidad.
Un informe sobre los menonitas de Chile estaría incompleto si no se hiciera referencia a la renovación anabautista en la numerosa Unión de Iglesias Bautistas Chilena (UBACH). Omar Cortés –profesor de un seminario bautista, y colaborador en los programas de la Iglesia Menonita Canada Witness y Red Menonita de Misiones (EE.UU.)– tuvo un papel central en este movimiento. Por medio de sus enseñanzas sobre la Reforma Radical, Omar ayudó a la Iglesia Bautista a redescubrir sus raíces como iglesia de paz. En 2008, UBACH y la Iglesia Menonita Canada se vincularon como iglesias hermanas. Está por verse si esto perdurará con el nuevo liderazgo de la UBACH.
Nuestra experiencia personal al visitar una nueva comunidad eclesial, iniciada por dos profesores de un seminario bautista, nos sugiere que hay mucha vitalidad en este movimiento de renovación. Dichos cristianos están profundamente interesados en la eclesiología y práctica anabautistas, y además son muy inclusivos al enfatizar la paz, justicia y compasión en sus cantos y liturgia.
Habría que destacar otras dos iniciativas de la iglesia del sur de Chile. Una fue iniciada en Valdivia por tres mujeres – Wanda Sieber, Marlene Dorigoni y Waleska Villa– de la Iglesia Menonita de Argentina (Patagonia). La otra, también en la región de Valdivia, liderada por los obreros Mike y Nancy Hostetter, de las Misiones Menonitas del Este.
Hasta hace poco, los menonitas de Chile se sentían a menudo aislados del movimiento anabautista más amplio, aunque esto está empezando a cambiar debido a las visitas de administradores de las Misiones Menonitas y maestros de América del Norte y países vecinos. La participación de los miembros en el Congreso bianual del Cono Sur y en la Asamblea del Congreso Mundial Menonita en 2009, también ha contrarrestado apreciablemente esta sensación de aislamiento. Como resultado de estos intercambios, la Iglesia Evangélica Menonita de Chile se ha convertido recientemente en la iglesia miembro número cien de la familia del CMM.
Otro hito en la vida de las iglesias menonitas chilenas tuvo lugar este año, cuando por primera vez fueron anfitriones del Congreso del Cono Sur. Este evento congregó a hombres, mujeres y jóvenes en las tareas cotidianas de cocinar, servir y limpiar, así como organizar y dirigir el programa.
Dado su ministerio multifacético e integral, los menonitas de Chile enfrentan varios desafíos. En primer lugar, es necesario preparar a personas nuevas y más jóvenes para asumir roles de liderazgo. La mayoría de los líderes actuales de la iglesia son personas de edad avanzada; una nueva generación deberá surgir pronto para tomar la posta. Sin embargo, en el presente la preparación de la mayoría de los jóvenes para brindar servicio en el futuro se limita a ayudar en el ministerio de niños y jóvenes.
También existe una carencia en la capacitación y conocimientos bíblicoteológicos de los líderes. Y lo peor es que hay poca evidencia de que la nueva generación tenga acceso a una mayor capacitación en este sentido. La Puerta (Concepción) con un estudiante inscripto en un seminario, es la excepción. Un tercer desafío se refiere a la retención de miembros y congregaciones individuales. Actualmente, se van casi tantos miembros como los que se suman. Otra cuestión es la igualdad de género, que sigue siendo un desafío para muchas de estas congregaciones, especialmente en cuanto al liderazgo pastoral. La participación en la iglesia más amplia ayuda a las congregaciones a superar su aislamiento y las acerca a la gran familia menonita. Esperamos que esto resulte en una mayor apertura a otras familias de fe.
No obstante, los vientos del anabautismo siguen soplando por medio de las iglesias menonitas de Chile. Estos creyentes chilenos se fortalecen mediante el apoyo de los menonitas de todo el mundo, y a su vez, los chilenos están ayudando a que otros menonitas tomen conciencia de lo que significa ser anabautistas. Estos encuentros son una oportunidad maravillosa para compartir y complementar los diversos dones. Las iglesias más antiguas, basadas en una formación más bíblicoteológica, pueden compartir su sabiduría y experiencia, mientras que las iglesias chilenas más jóvenes les brindan nuevos aportes a sus hermanas y hermanos, como resultado de la relectura de la Biblia con una mirada nueva.
-Titus Guenther, profesor adjunto de Teología y Misiones de la Universidad Menonita de Canadá (Winnipeg, Manitoba), y Karen Loewen Guenther, escritora free-lance y ex profesora de inglés, asignados actualmente a tareas especiales por la Iglesia Menonita Canada Witness en Chile.
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