Al corriente: noviembre 8, 2022
Miércoles a la noche
Cuando tenía 17 años, mi abuelo se vio obligado a combatir en la Segunda Guerra Mundial. Cuando comencé a hablar sobre mis planes de estudiar sobre la paz y teología de la paz, se molestó un poco. Me dijo: “¡Hablas de paz y guerra, pero no sabes de lo que estás hablando! Cuando llega la guerra, no tienes otra opción. ¡No hay nada que puedas hacer!” En ese momento, creía que lo que le había faltado a Europa Occidental durante la Segunda Guerra Mundial era una buena teología de la paz. Ahora la tenemos, así que estaremos bien, o eso pensaba.
Hace unos meses (y unos ochenta años después de la Segunda Guerra Mundial), estalló la guerra en Ucrania. Y mientras nuestros hermanos y hermanas de Ucrania enfrentan los males de la guerra, muchos menonitas de Europa Occidental están conmocionados por la cercanía y la realidad de la guerra. Los años de buena teología de la paz se olvidaron. Ahora nos volvemos a sentir como se sentía mi abuelo: “No hay nada que podamos hacer”. De repente, para muchos cristianos que creen en la paz, la única opción posible es la participación violenta. Cuando nuestro contexto era pacífico, afirmábamos la no violencia, pero ahora frente a la guerra vemos la resistencia no violenta como ingenua y poco realista. Tenemos muchos buenos teólogos de la paz, pero para este momento lo que decían se ha vuelto irrelevante. Hoy tenemos miedo de que la guerra se apodere de Europa. De repente, nuestra teología y nuestras creencias se consideran obsoletas. Una tormenta se apoderó de Europa y nuestras convicciones se derrumbaron. Las tormentas tienden a hacer eso: rompen las cosas que pensábamos que eran sólidas y fuertes.
La Escritura que leemos hoy es el argumento final del Sermón del Monte. Dicho sermón es una colección de enseñanzas de Jesús, dirigidas a personas que viven tiempos difíciles. En ese momento, Palestina estaba bajo la ocupación romana y los judíos luchaban bajo la opresión de un régimen violento: fuertes impuestos, trabajos forzados y abusos sexuales eran parte de su vida cotidiana. Sin embargo, Jesús le hace un llamado al pueblo oprimido por la Roma imperial, a amar colectivamente a sus enemigos y a no resistir al malhechor. Y les advierte que esto será muy difícil de hacer, y que podrían pagarlo con sus vidas.
De alguna manera, a las multitudes parece gustarles lo que escuchan. “¡Vaya, Jesús sí que tiene mucho carisma, miren cómo enseña! ¡Qué autoridad!” Jesús probablemente sabe que muchos de sus oyentes son simplemente curiosos, están aquí para ver de qué se trata el alboroto, para escuchar, discutir, comentar... y no actuarán sobre sus enseñanzas ni las practicarán. Pero se avecina una tormenta que pondrá a prueba todas sus ideas y creencias. Para las personas sentadas en el monte escuchando a Jesús, la guerra con Roma está a punto de empeorar. Es así que, para los lectores de Mateo, la persecución aquejará a quienes decidan seguir el Camino de Cristo, y estas tormentas romperán algunas de las opiniones y creencias que parecían tan sólidas.
Sin embargo, hay una manera de que las creencias sobrevivan a la tormenta. Jesús habla de dos casas, una construida sobre la roca y la otra sobre la arena. La tormenta afectó a ambas, “cayó la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa”, pero una casa cayó y la otra no. La diferencia entre las dos casas es su base. El fundamento de la casa no es creer o no en Jesús; Él nos dice que los cimientos de roca son la práctica de sus palabras.
La historia cuenta que ambos hombres han escuchado las palabras de Jesús, pero solo el sabio actuó en base a dichas palabras. Otras traducciones tienen “ponerlos en práctica”. Es actuar en base a las palabras de Jesús, una y otra vez, día tras día, lo que nos prepara para la tormenta, porque la tormenta vendrá de todos modos. Solo hay una forma de mantenernos firmes en la tormenta: ¡practicar! Practicar el amor a los enemigos, practicar la resistencia no violenta, practicar desarmar al opresor sin dañar al opresor. Esto es algo que todos podemos hacer juntos.
Si practicamos juntos, aprendemos juntos. Antes de ser pastora, era terapeuta ocupacional. La idea central de la terapia ocupacional es que el cerebro y el cuerpo aprenden haciendo. Cuando hacemos algo nuevo, las neuronas de nuestro cuerpo se conectan de nuevas maneras, así que cuando repetimos y practicamos, las conexiones se fortalecen. Después de un tiempo, podemos hacer esa cosa nueva en diferentes situaciones, sin tener que pensar más en ello.
Cuando practicamos, aprendemos, lo cual también significa que, si queremos aprender, necesitamos practicar. En teoría, creo que podría correr una maratón, pero solo podré hacerlo si practico correr. Lo mismo ocurre con un testimonio de paz radical o resistencia no violenta. En Europa occidental, cuando los menonitas hablamos de paz, pasamos mucho tiempo hablando de cómo deberíamos actuar en diferentes situaciones. Y la mayoría de las veces, eso es todo lo que hacemos. Cuando llega realmente la guerra, es cuando deberíamos empezar a hacer lo que hemos estado discutiendo, pero en medio de la tormenta no es el momento adecuado para aprender a actuar.
Entonces, no esperes a que la tormenta descubra si tus cimientos son sólidos, asegúrate de que lo sean. ¿Cómo? ¡Con práctica! Los menonitas están acostumbrados a escuchar llamados a la resistencia no violenta en la Asamblea.
En la Asamblea del CMM de 1967 en Ámsterdam, Vincent Harding llamó a los menonitas a unirse a sus hermanas y hermanos negros en la lucha por la libertad, y a unirse a los numerosos movimientos revolucionarios de todo el mundo.
En la Asamblea de 1984 en Estrasburgo, Ron Sider instó a la iglesia a formar un grupo de trabajo de pacificación altamente capacitado, lo que motivó la creación del Equipo de Pacificadores Comunitarios.
Pero la mayoría de nosotros nos hemos quedado al margen, donde las cosas son cómodas. En una linda casita en la playa.
¿Cómo es practicar amar al enemigo a nivel colectivo en nuestro tiempo y lugar? Podría ser la resistencia a la guerra no violenta. Tal vez los menonitas podrían prepararse para la resistencia a la guerra con un “servicio antimilitar”, como un campo de entrenamiento de resistencia no violenta. Las naciones se preparan para la guerra con el servicio militar. Hay capacitación en primeros auxilios para atención médica de emergencia. Podría ser hora de que creamos una capacitación generalizada para que la gente de la iglesia aprenda y practique los conceptos básicos de la resistencia civil.
Algunas personas se comprometen y se comprometerán toda su vida a la pacificación no violenta, y necesitamos desesperadamente a personas así, pero también necesitamos una base de práctica para toda la iglesia.
En la mayor parte de Europa, tenemos más experiencia en la discusión y el debate que en el activismo, la resistencia a la guerra, la revolución o el cambio social. Necesitamos la ayuda de la iglesia mundial si queremos encontrar una base en el campo de la práctica. Sabemos que tenemos hermanos y hermanas que tienen experiencia en la resistencia no violenta. Así que, por favor capacítenos, practiquen con nosotros para que podamos aprender juntos. Así es como nos sostendremos cuando vengan las tormentas.
—Salomé Haldemann es una terapeuta ocupacional y graduada en teología y estudios de la paz en el Seminario Bíblico Anabaptista, Elkhart, Indiana, Estados Unidos. Realiza prácticas como pastora de Eglise Evangélique Mennonite de Béthel, Neuf-Brisach, Francia.
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