Al corriente: febrero 11, 2019
En Renovación 2027, El Espíritu Santo Transformándonos en Kisumu, Kenia, el 21 de abril de 2018, varias personas compartieron el testimonio de una experiencia acerca de la obra del Espíritu cambiando a las personas dentro la iglesia. Varios de los artículos en esta sección han sido adaptados a partir de esas presentaciones. Algunos testimonios adicionales también cuentan sobre la obra del Espíritu Santo transformando las vidas.
Recuerdo el momento en que mi familia llegó por primera vez a la Iglesia Menonita de Ibagué, dos hermanos nos recibieron con un gran abrazo como si nos conocieran con anterioridad. Ser saludados como si fuéramos parte de la familia nos hizo sentir cómodos. Así que regresamos el siguiente domingo, y el siguiente.
Durante los últimos 12 años, mi familia se ha ido involucrando gradualmente con los trabajos en la cocina, como maestros de escuela dominical, así como en otros ministerios e incluso en el liderazgo de la iglesia. Todo esto ocurrió porque Dios envió a una persona muy especial para ayudarnos a conocer el poder transformador del Espíritu Santo.
Mis padres estaban a punto de separarse. Cada noche, tenían discusiones muy fuertes. Mi madre estaba pensando en dejar su hogar pero después de algunas semanas, mi padre se llenó de valentía y entró en acción para restaurar su matrimonio.
En este doloroso momento de crisis familiar, esta persona enviada por el Espíritu Santo nos invitó a la iglesia. Recuerdo claramente un sábado por la noche en que mi padre nos envió a la cama temprano porque íbamos a ir a la iglesia al día siguiente. “¡Ustedes irán a la iglesia!” – Me reí.
Mi padre bajó la cabeza y repitió la orden.
Un lugar de aceptación.
En la iglesia, aprendí muchas cosas.
En la escuela dominical, me enseñaron que todos tenemos el mismo valor. “Tú eres tan importante como los adultos que están predicando”. Esto me llamó mucho la atención. En el colegio, me sentía rechazado, tal vez por mi baja autoestima. Como niño de 11 años, escuchar que tenía el mismo valor que los otros reforzó mi decisión de permanecer en la iglesia.
Antes de asistir a la iglesia, soñaba con pertenecer a la fuerza aérea del ejército. En Colombia, el servicio militar es obligatorio para todos los jóvenes cuando alcanzan la edad de 18 años. Hablaba con mis amigos en el colegio sobre nuestro “deber” como ciudadanos. Sin embargo, entre más conocía a Jesús, el Espíritu Santo iba transformando aquellos sueños.
Al escuchar sobre la objeción de conciencia al servicio militar obligatorio por primera vez a la edad de 14 años, me conmovió mucho la posición de la iglesia frente a las problemáticas de la violencia y el conflicto. Gracias al trabajo de “Justapaz”, comencé a pensar más sobre la objeción de conciencia. (Justapaz es una organización de la Iglesia Menonita en Colombia la cual trabaja siguiendo a Jesucristo para construir una sociedad pacifica por medio de acciones no violentas).
Aunque no es fácil ser un objetor de conciencia, el apoyo de mi congregación fortaleció mi decisión. Este desafío ha unido a mi familia, a mi iglesia y a mi comunidad.
Un lugar para el liderazgo
La iglesia también me ha brindado la oportunidad de participar en seminarios sobre liderazgo, objeción de conciencia y anabautismo. El Espíritu Santo transformó mi manera de pensar mientras trabajaba como voluntario en un proyecto en Combeima, un vecindario con muchas necesidades.
Inicialmente, fui a ayudar con la música antes de los estudios bíblicos. Un año más tarde, tuvimos la idea de crear una escuela de música para que los niños pudieran ocupar su tiempo libre de un modo positivo, como alternativa a su contexto de trabajo sexual, delincuencia y drogadicción.
Enseñábamos música con dos guitarras en mal estado, un teclado pequeño y una batería hecha en casa. Enseñando música vi una oportunidad para la transformación social, así que gracias a esta experiencia comencé a realizar estudios musicales de modo que pudiera trabajar profesionalmente en proyectos como este.
En el 2013, mis compañeros y yo creamos un grupo llamado JARIS para hacer música para Dios y enseñar en comunidades vulnerables. Más adelante, ganamos una subvención de parte de la IOM (por su siglas en inglés, Organización Internacional para las Migraciones) y el Ministerio de Salud Colombiano para trabajar en proyectos para la prevención de embarazos en adolescentes.
Para ese entonces logramos tener cuatro guitarras en buenas condiciones, tres teclados y una batería de verdad; cuando el proyecto finalizó, la iglesia me ofreció otras oportunidades de servicio.
Siempre estábamos brindando ayuda a personas que vivían en las calles ofreciéndoles una ducha, ropa y comida. Además, un tiempo para cortarles el cabello, un tiempo para escuchar sus historias y para compartirles del amor de Jesús. El Espíritu Santo es el que nos mueve como comunidad para servir a aquellos que lo necesitan.
Hoy en día, tengo la oportunidad de estar en escenarios internacionales como este, aprendiendo y sirviendo de otras maneras. Es un honor trabajar junto con el Comité de YABs (Jóvenes Anabautistas) para conectar a los jóvenes de todos los continentes y para compartir experiencias de servicio que animan a otras personas.
De estas experiencias he aprendido que es el Espíritu Santo quien nos mueve a servir. Es el movimiento del Espíritu en nuestra comunidad el que nos anima a ir más allá de los muros de nuestros hogares e iglesias llevando el amor de Dios a aquellos que lo necesitan, no solamente ofreciéndoles palabras de aliento, sino también ejemplos y acciones.
Como algunos hermanos y hermanas de mi iglesia dicen: esto es “ora-acción”, orar y actuar por las necesidades de nuestras comunidades y contextos.
—Oscar Suárez es el representante de América Latina para el Comité de YABs. Él es miembro de la Iglesia Cristiana Menonita de Ibagué, Colombia
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2018.
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