Al corriente: noviembre 15, 2018
Muchos testimonios escritos acerca del comienzo del movimiento anabautista apuntan hacia la obra del Espíritu Santo como la principal fuerza propulsora. El Espíritu Santo viene a aquellos que lo esperan. Ese fue el caso en Pentecostés (Hechos 2) mientras los discípulos estaban orando; fue también el caso del tiempo de la Reforma, y es el caso en el presente.
El Espíritu Santo desde el tiempo de los apóstoles hasta Lutero
En general, los anabautistas y los protestantes deben de tener cuidado al recordar que la iglesia cristiana no comenzó con ellos. Habían transcurrido ya 1500 años con muchas manifestaciones y frutos del Espíritu Santo. Recordemos a los primeros mártires cristianos, quienes por el poder del Espíritu estuvieron dispuestos a dar sus vidas y ser fieles durante la tortura hasta la muerte. Existen muchos místicos quienes en monasterios, desiertos, cuevas y a menudo en puestos importantes dentro del liderazgo de la iglesia, buscaron ser llenos del Espíritu Santo y actuaron por el poder y la sabiduría del Espíritu. Luego están los misioneros que llevaron el evangelio a Europa, Rusia, India y al norte de África; lo que demuestra que el espíritu de Dios es uno que envía y está deseoso de cruzar todas las barreras culturales.
El Espíritu Santo en tiempos de la Reforma
Lutero, Zwinglio y Calvino apuntaron hacia el Espíritu de Dios cuando redescubrieron y redefinieron el evangelio bíblico de la gracia. Con ello no solo vino una profunda experiencia de paz y confort espiritual, sino también un fuerte sentido de “libertad de la religión” y “libertad de la opresión social”. Thomas Müntzer, aunque trágicamente engañado al final, aplicó la obra del Espíritu Santo a las cuestiones de la justicia social y a los derechos de los pobres y los marginados. Melchior Hoffman lo relacionó con una sensibilidad espiritual muy especial, el derramamiento del Espíritu a la Nueva Jerusalén venidera.
El Espíritu Santo y la disidencia anabautista en 1525 en Zúrich
El grupo de jóvenes intelectuales alrededor de Zwinglio, en una etapa muy temprana, relacionó la autoridad de las Escrituras con la práctica de la iglesia bajo la guía y el liderazgo del Espíritu. En los debates de octubre de 1523, ellos desafiaron a Zwinglio a subordinar la decisión del concejo municipal a la autoridad del Espíritu. Conrado Grebel lo expresó de esta manera: “El Espíritu de Dios ya ha tomado una decisión”.
En la noche del 21 de enero de 1525, “15 hermanos estaban reunidos en oración en casa de Félix Manz, esto fue después que el mandato del concilio de Zúrich prohibió la futura propagación de su fe. Se nos dice que se levantaron de la oración y movidos por el Espíritu, George Blaurock pidió a Conrado Grebel que lo bautizara según la confesión de su fe...”
Muy pronto los anabautistas nuevamente se vieron atrapados en un problema diferente: ¿está el nacionalismo suizo o la seguridad europea por encima del mandato de Dios en cuanto a la no violencia y el amor a los enemigos? Los creyentes anabautistas en Suiza exhortaron a Thomas Müntzer, y a los que se unían a la revuelta campesina, a no tomar la espada, sino a confiar en la intervención del Espíritu de Dios.
Y cuando Michael Sattler escribió la Confesión de Schleitheim, la congregación dejó en claro que los cristianos renuncian a la espada física tomando la “espada del Espíritu”. En su juicio de muerte, Michael declaró que prefería que un musulmán lo matara en lugar de ser parte de un “ejército cristiano” que los mata a ellos.
Entonces, el testimonio de paz y el poder del Espíritu están estrechamente vinculados en la tradición anabautista.
El Espíritu Santo en nuestros días
Cuando menonitas y pentecostales se reunieron en Pasadena 2006 para celebrar los 100 años del avivamiento de la calle Azusa, se dieron cuenta de que el movimiento de renovación y el anabautista tienen un número considerable de cosas en común, incluyendo las misiones, la no violencia, la doctrina del nuevo nacimiento espiritual y el bautismo en el Espíritu.
Conclusión
En mi opinión, el movimiento anabautista recuperó tres dimensiones cruciales de la teología y la práctica del Espíritu Santo:
- El Espíritu guía a la verdad y a una nueva vida en Cristo.
- El Espíritu da fortaleza en la debilidad y en la persecución.
- El Espíritu derriba barreras (culturales, sociales, nacionales) y se mueve hacia la misión.
Pablo resume esta experiencia en 2 Timoteo 1,7–8: “Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de disciplina. Por lo tanto, no se avergüencen, del testimonio de nuestro Señor”.
—Alfred Neufeld fue presidente de la Comisión de Fe y Vida (2009–2018). Recientemente se desempeñó como rector de la Universidad Evangélica del Paraguay en Asunción, Paraguay. Es miembro de Vereinigung der Mennoniten Brüdergemeinden Paraguays (Hermanos Menonitas).
Él fue una de las oradoras en Renovación 2027, El Espíritu Santo nos transforma, en Kisumu, Kenia, el 21 de abril de 2018. El artículo de esta sección se adaptó de acuerdo a su presentación.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2018.
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