Una vasija de barro en manos de Dios

Brasil

A veces, discutir temas difíciles no es una opción. Surgen conflictos, pero podemos construir algo nuevo en lugar de hacer añicos lo viejo. 

En 2011, la Convención Brasileña de Iglesia Evangélicas Hermanos Menonitas (COBIM, por sus siglas en portugués) se enfrentó a conversaciones difíciles. Dios había acercado líderes de otras denominaciones a COBIM. Había que aprender a manejar estas diferencias. El liderazgo tradicional de los Hermanos Menonitas no había pensado incorporar a estos pastores de diferentes trasfondos; ciertamente ellos no habían pensado convertirse en Hermanos Menonitas (HM). 

Yo fui una de dichas personas. Como pastor de las Asambleas de Dios, prediqué una vez en una iglesia de los Hermanos Menonitas y juré no volver a hacerlo. 

Pero después de mudarme a un suburbio de Curitiba en 2006, varias inspiraciones del Espíritu Santo me llevaron a una iglesia de los Hermanos Menonitas una y otra vez. Después de participar unos meses y hacerme miembro de la iglesia en octubre de 2007, el pastor nos invitó a mí y a mi esposa al ministerio pastoral. 

Dios estaba haciendo cosas muy grandes en esa congregación. Lo que hacía localmente comenzó a extenderse a la iglesia nacional. 

Cuando nos reuníamos en los congresos, veíamos las diferencias en la forma de adorar, de orar, de predicar. Había diferencias culturales entre alemanes y portugueses; entre una cultura individualista y una cultura colectiva. Estas diferencias eran evidentes. 

¿Quién tenía razón? ¿Las personas más tradicionales o las más pentecostales? 

Dios, que todo lo ve, dijo: “Mezclaré estos dos grupos. Queremos construir algo nuevo donde nadie tenga razón ni se equivoque, sino que ambos tengan razón y ambos se equivoquen y los unamos”. 

Decidimos forjar un camino más amplio donde pudieran convivir lo tradicional y lo más carismático. Donde ambos pudieran respetarse y enseñarse, donde nos complementáramos. 

La gente pentecostal que se ha introducido en la cultura anabautista, tiene que aprender de dicho movimiento anabautista. Pero también tenemos que compartir lo que hemos recibido. 

Se necesitan muchas conversaciones. 

Señalamos una cara. Mostramos la otra cara. Definimos nuestros límites para poder cooperar.  

Queríamos que nuestras fortalezas convergieran, no que hubiera luchas o tensiones de poder.  

Atravesamos muchos momentos difíciles. 

Varias veces me han tocado el hombro para preguntarme: “¿Cuánto tiempo más te quedarás aquí?” Me daban a entender que debía irme con mi ‘diferencia’ a otra parte. 

En otra ocasión, en un congreso de pastores, algunos tomaban a la ligera la obra del Espíritu Santo y cómo la gente reacciona con emoción. Me entristecía que hicieran bromas sobre algo tan serio. 

Pero sentí que el Señor me llamaba a ser paciente. Dios iba a hacer algo nuevo. Si la gente no estaba dispuesta a cambiar, Dios se encargaría de ello. 

Durante el período siguiente, los líderes que más se habían resistido al cambio abandonaron la iglesia de los HM por diversas razones. 

Estas personas no eran líderes malos ni pecadores. Simplemente no podían apreciar lo que Dios quería hacer. Sus convicciones basadas en su trasfondo y lo que habían aprendido, eran más fuertes que lo que el Señor deseaba hacer. 

Pienso en cuando el Espíritu descendió sobre los gentiles. Los líderes no entendían por qué Dios se acercaría a los gentiles. Pero estaban dispuestos a entender que el Señor estaba haciendo algo nuevo, construyendo una “vasija” de bendición de la “arcilla” mezclada de judíos y gentiles con el agua del Espíritu Santo. 

En la COBIM, Dios me proporcionó un “Bernabé”, llamado Paul. Él es un Hermano Menonita “tradicional”, con un padre de Rusia y una madre que estudió en Goshen College, EE.UU. 

Tras una carrera en comercio internacional –que le abrió los ojos a diferentes maneras de hacer las cosas– empezó a participar en el liderazgo de la iglesia. Su formación le permite, en cierto sentido, “interpretar” el movimiento carismático en el ámbito de la cultura anabautista. La gente necesita un puente; las nuevas modalidades no se descargan así nomás. 

Cuando aprendemos a vivir con la diferencia, oramos unos por otros. Esto muestra una actitud de tu corazón. 

He aprendido mucho estudiando la historia anabautista. A través de los Hermanos Menonitas tradicionales, Dios me condujo a su Palabra. Cuando comparto una palabra profética, está basada en las Escrituras y en el discernimiento conjunto. 

Paso a paso, dos grupos muy diferentes en la COBIM asumimos nuestras diferencias y avanzamos sin problemas. Podríamos polarizar en absolutos de blanco y negro, o podemos forjar un camino en el que entendamos que, si uno puede dar este paso, el otro puede dar ese paso, y podemos ir juntos. 

“Todos tenemos nuestros propios trasfondos, dice Paul, pero cuando somos receptivos, Dios nos muestra las cosas a través de las Escrituras y de la experiencia”. 

En el pasado, el choque de culturas era un obstáculo. Ahora, cuando tenemos problemas no nos vamos cada uno por su lado, sino que nos sentamos juntos. Debemos tener la disposición para comprender que Dios obra de diferentes maneras (véase, por ejemplo, las tres prácticas de Larry Miller para construir la comunión). 

¿Qué hizo Dios con el conflicto en la COBIM? Dios facilitó que algunos líderes carismáticos tuvieran el corazón abierto para escuchar y aprender. Dios propició que los Hermanos Menonitas tradicionales tuvieran el corazón abierto para escuchar y amar. Dios nos unió para que el reino de Dios se multiplicara, en Brasil y en el mundo. 

—Reginaldo Valim, pastor de la Igreja Evangélica Irmãos Menonitas (Hermanos Menonitas) de Campo Grande MS, Brasil. 


Correo 38.4

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